Cinco años trabajando como autónomo que llegaban a su fin. Cuando me establecí por mi cuenta intenté pensar solo en los beneficios, era la manera inteligente de enfocar el cambio, aunque, por supuesto, también era consciente de los riesgos a los que me enfrentaba. Pero dejar a un lado el trabajo en la oficina, los compañeros, los jefes y poder estar a mi aire, con mis horarios y mis reglas era muy seductor. En cuanto al dinero… pues bueno, eso ya se vería.

Y al final lo fui viendo y con el tiempo empecé a pensar que, si surgía una buena oferta para volver a trabajar por cuenta ajena, lo valoraría. Y tardó en llegar, pero llegó. Se trataba de una buena empresa, con unas buenas condiciones, pero también, por supuesto, con horarios, compañeros, jefes, y ‘reglas’.

Pero también ofrecía otros beneficios, además de tener un sueldo ‘asegurado’, cosa que en mi etapa como un autónomo nunca existía: cada mes era una nueva batalla por la supervivencia. Cuando llegas a un nuevo lugar de trabajo y ves material de oficina personalizado para empresas te das cuenta de que ya no estás trabajando en casa.

Parece una tontería, pero para mí era muy significativo. En mi casa todo lo tenía que comprar yo, lógicamente. El material de oficina era el que yo adquiría. Cuando el ordenador tenía un problema, tenía que llamar yo a un técnico o algún amigo. Si el wifi tenía un problema, no podía trabajar… y no ganaba dinero. Pero en una oficina, de todo eso se encarga otra persona. Es un trabajo mucho más cómodo en ese sentido, y eso se nota.

Claro que mi mesa de trabajo era diferente: más pequeña y sin ventana. ¡Ah! Y otra cosa. Tenía un compañero a cada lado, que viene bien para unas cosas, pero no para otras. Pero entonces vuelvo a mirar el material de oficina personalizado para empresas que tengo sobre la mesa y pienso en ese sueldo que me llegará religiosamente a final de mes. Y entonces sonrío a mis dos compañeros.