Creo que en la decoración sucede como en otros ámbitos que a veces nos dejamos llevar por las modas sin que realmente reflexionemos sobre lo que nos gusta o no nos gusta. Si todo el mundo pone algo en su casa será porque es mejor. Pero en ocasiones no es así, o al menos no es mejor para nosotros. 

Hace un tiempo decidimos hacer grandes cambios en casa y nos arriesgamos un poco con algunas novedades. Algunas de ellas las habíamos visto de viaje, en hoteles, y otras las tenían en casa algunos amigos. Por ejemplo, quitamos las viejas cortinas y colocamos unos estores de un material de última generación que prometía un menor gasto de energía y que, además, podía regular la entrada de luz. Sonaba muy bien y realmente el estor funcionó adecuadamente pero no nos gustó su estética. 

Antes, en esa habitación, teníamos estores opacos y es cierto que en ocasiones echamos de menos tener un término medio en cuanto a la luz natural. En las mañanas el sol daba justo en esa habitación y si teníamos el estor para arriba entraba demasiado calor en verano, pero colocado para abajo nos dejaba sin apenas iluminación. Pero comparado con el nuevo estor resultó más práctico ya que al final también lo solíamos tener bajado como si se tratase de un estor opaco.

Para la cocina sí que habíamos descartado colocar estores opacos en un principio, así que probamos con otras cortinas que nos habían recomendado en una tienda, pero finalmente también las quitamos porque se ensuciaban demasiado y optamos por colocar unas cortinas tradicionales más sencillas, pero más resistentes y de menor precio.

Así que estamos en una fase de vuelta a lo básico. Hemos dejado atrás algunas experimentaciones y modas y hemos recuperado algunos de nuestros clásicos. Yo creo que, en el fondo, está bien experimentar de vez en cuando porque si no es todo muy aburrido, pero, por supuesto, no todas las novedades, por el hecho de ser actuales, van a quedar bien o funcionar. Y si hay que volver atrás y rectificar, se rectifica.