Creo que siempre he sido de esas personas con poca tolerancia al fracaso. Supongo que influyó el hecho de ser el hermano pequeño de una familia numerosa y que fuera el más consentido como se suele decir. Y desde pequeño casi siempre me salía con la mía porque entiendo que mis padres ya estaban cansados de batallar con mis hermanos mayores. La cuestión es que llega un momento en la vida en que ya no te puedes salir siempre con la tuya… y hay que empezar a aprender de los errores y de los contratiempos.
Y es algo que en los últimos años me he planteado enfocar de otra manera, como sucede con la casa. Hemos tenido bastantes contratiempos últimamente, una especie de aluvión de problemas que harían deprimir a cualquiera. El principal fue un problema de humedad que nos tuvo durante mucho tiempo en vilo hasta que logramos dar con la tecla. Pero ahora no entro en pánico o hago una pataleta cuando algo sale mal, intento tomarlo con calma y pensar en eso de que las crisis son una oportunidad.
Lo último ha sido la cortina del dormitorio que mi hijo pequeño piso y rompió. Vi la cara que ponía de susto y se me quitaron las ganas de reñirle porque sé que lo hizo sin querer. Pero tocaba cambiar la cortina, que era muy nueva y cara. No obstante, tal vez era una oportunidad para dar un nuevo enfoque a esa parte de la casa. ¿Y si ponemos un panel japonés barato?, pensé. Llevaba tiempo detrás de un panel de estilo japonés, pero no sabía dónde ponerlo porque teníamos toda la casa cubierta. Quizás mi hijo me hizo un favor al fin y al cabo ofreciéndome la oportunidad de dar un cambio al dormitorio.
Lo cierto es que coloqué la cortina sin mucho convencimiento, a pesar de su precio, porque era lo “normal”, poner una cortina en la habitación. No me atreví con el panel japonés barato, pero ahora lo tengo en bandeja. Con esto no digo que mi hijo tenga que romperlo todo para cambiar toda la casa… solo que ahora intento ver el lado positivo de las pequeñas tragedias cotidianas.