Yo soy abogado, mi mujer trabaja en seguros y nuestro hijo quiere bailar. Parece el argumento de una película, pero es la realidad. Estamos en pleno siglo XXI y no pretendemos obligar a nuestro hijo a que siga nuestra trayectoria profesional, pero nos resulta muy curioso cómo ha evolucionado todo en los últimos años. Es evidente que el chico tiene una personalidad fortísima y que tiene determinadas facetas innatas que no van a cambiar.
A decir verdad, nosotros siempre le hemos ayudado bastante con sus aficiones. No puedo ser un cínico y decir que todo lo quería hacer me hacía feliz. Escucho muchas veces eso de que “mi hijo será lo que quiera ser”. Esas frases suelen ser de cara a la galería, porque hay que encontrar un equilibrio entre lo que un joven quiere hacer con su vida, lo que se puede hacer y lo que puede ser lo mejor para él.
Cuando hace algo más de un año llegó con un folleto de un Grado en Artes Escénicas e Interpretación en Madrid ya no nos cogió de sorpresa. Sabíamos cuál era su sueño y no estábamos en una posición para negarle algo tan importante. Pero años atrás sí que tuvimos que ‘negociar’ con él algunas cosas. Aunque suene muy bien, no se puede dejar un chico de 16 años que haga lo que quiera, no hasta que demuestre que está en condiciones suficientes de madurez para afrontar según qué retos.
Un día, poco después de cumplir los 16, nos dijo que se iba tres meses a Londres con unos amigos que tenían una compañía de teatro. Que los iba a ayudar y que, así, iba aprendiendo el oficio. Le dijimos que ni hablar. Aquello supuso una crisis, claro, pero le hicimos ver que en aquel momento debía acabar el instituto, porque si luego quería ir en serio con la carrera de actor y bailarín debía tener acabados los estudios básicos: de dejar el instituto a medias, ni hablar.
Pero ahora es diferente, tiene 20 años, ha madurado mucho y el Grado en Artes Escénicas e Interpretación en Madrid nos parece una buena oportunidad para él ya que es evidente que tiene talento y determinación.