Para trabajar en seguros hay que estar hecho de una pasta especial como se suele decir. Hay gente que vale y gente que no. Si eres vendedor de seguros debes tener muy buenas habilidades sociales, ser muy paciente pero también insistente. Y para insistencia la de mi amigo Santi. Después de unos años sin apenas vernos me invitó a jugar un partido de fútbol con sus amigos porque les faltaba un jugador. Hacía tiempo que no jugaba, pero acepté porque siempre me gustó mucho el fútbol sala, más que el otro que hay que correr demasiado…

El caso es que, como hacía tiempo que no coincidíamos, no sabía que había cambiado de trabajo: era vendedor de seguros. Y pronto supe que era de los buenos porque al llegar al partido, varios de los otros jugadores se pusieron a hablar con él por temas de seguros: me enteré que varios de ellos ya tenían seguros contratados con Santi. Y, por supuesto, yo era el siguiente objetivo. Así que antes del pitido inicial ya me habló de contratar adeslas seguro de salud. Y tuve que escuchar lo que me tenía que decir, mientras estábamos con los estiramientos.

La verdad es que Santi es un tipo muy agradable, así que, aunque insista en algo lo hace con buena intención. Yo le dije que lo pensaría, que ya lo hablábamos, una forma de darle largas porque en principio no tenía intención de contratar seguro privado. Pero en el partido de ‘vuelta’, Santi volvió a la carga y me empezó a contar los beneficios de tener un seguro de salud. Y, poco a poco, empecé a pensar en  ello: tal vez tuviera razón y llegado a esta edad me convendría adeslas seguro de salud.

Y así fue como finalmente Santi me convenció. Entre jugada y jugada, entre saque de banda y córner, mi amigo me iba diciendo “y además tendrás esto y lo otro, piénsalo”. Así que, ese día, celebramos la victoria con unas cañas y la firma de mi nuevo seguro de salud. A partir de aquel día, seguí yendo a los partidos, pero ya podía hablar con Santi de otras cosas que no fueran las ventajas de mi seguro.